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RESEÑA:
Sedientos versos que son peces
Sobre el poemario Al fondo está la noche de Baudelio Camarillo
Por Cristina Arreola Márquez
Al fondo está la noche es un deleite al tacto. Digo tacto y no vista porque la habilidad con que Baudelio Camarillo nos transporta a través de sustancias, sensaciones, alegorías de panoramas naturales tan vastos, engendran no sólo un placer visual, sino una experiencia más allá de la palabra.
En este conjunto poético, Baudelio Camarillo nos demuestra que se le puede considerar un poeta maduro, pues adquiere la misma gracia leer de él un poema de amor, como uno de temática de violencia. El lector encuentra en cada página la maravilla de su remate, porque hay que decirlo, no en todos los autores se puede encontrar poemas bien logrados de pies a cabeza, con cierres que no dejan nada a desear. Me atrevería a decir que los últimos versos de cada página, son mis predilectos.
“Ahora silban las balas.
Si alguna tuviera como destino mi cabeza
llámenle Amor a la mancha
que quede
en esta calle” (p.11).
Con cinco apartados (Aquí y ahora, Mirar hacia el silencio, Agua que duerme, Destellos y Luna de octubre), Al fondo está la noche lo mismo mantiene el ritmo en los poemas versados como en los prosaicos.
“las mujeres que he amado y he deseado,
todas me miran con tus ojos,
todas me tocan con tus manos” (p.54).
Además, apuesta por la diversidad en su temática, desde los temas clásicos como el amor y el desamor, las la reminiscencias a los años infantiles, la familia, el erotismo, el caos cotidiano, la violencia en la actualidad; sin embargo, todos estos ejes temáticos se encuentran unidos por un concepto: la nostalgia.
“Levanta la costra con cuidado o déjala que caiga por sí sola.
Si esta herida se abriera nuevamente, caería mil veces al fuego
del infierno” (p.27).
El llamado a la nostalgia por los tiempos mejores, donde la inseguridad y la alerta ante el desastre no son el pan de cada día, se encuentra desde el inicio del libro. Sólo los llamados a su amada “Esther” se encuentran plagados de un aire más esperanzador.
“Y yo beso a Esther y hago el amor con ella
antes de que se hunda en el horizonte nuestro sueño
y lleguen como pájaros sombríos las preguntas
que no tienen respuesta” (p.28).
La mujer en estos poemas se vuelve centro de atención, hay una sed constante por la luz que de ella emana e incluso el amante, una vez saciado, se puede contagiar de esa pureza, que a veces se manifiesta como iluminación y otras con el elemento agua.
“Pero una vez de noche, dormidos hasta el sueño,
le chupaba su luz
hasta dejarla a oscuras” (p.22).
“Yo también soy un río cuando me tiendo
desnudo
junto a ti” (p.44).
Como se habrá visto en los breves ejemplos planteados, los elementos de la naturaleza son constantes con Baudelio Camarillo, pero no de una manera habitual, sino desde la admiración y ensalzamiento. También la nostalgia se plantea aquí como la incapacidad del ser humano moderno por detenerse a contemplar por horas la paz de un río, hasta sentir al pez picar.
“Quien se ha quedado solo,
solo por largo tiempo a la orilla de un río
sabe qué es lo que digo
estos versos
son peces” (p.31).
“Queda un pequeño asombro sobre la piel del agua.
La última luz del día
es un oro nostálgico en mitad de este sueño” (p.34).
Y qué decir del agua, elemento incesante de estas páginas que se bañan a cada (h)ojeada y hacen querer rozar con las yemas cada inundado verso, y saciar eso que con Al fondo está la noche habíamos postergado: la realidad.
“sólo un dios puede escribir poemas
en el agua” (p.43).